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Vinotinto, su camino siempre fue largo, empinado y con muchos obstáculos, que uno a uno fue aprendiendo a superar con mucha constancia y dedicación, pues tuvo a grandes maestros.
Con Dujkovic desarrolló la técnica, indispensable para el desarrollo de cualquier labor y en este caso, el buen futbol. Luego vino un nuevo maestro, Santana, con quien adquirió la fiereza y gallardía que sus grandes retos demandaban. Del mismo modo llegó la disciplina y la estrategia de la mano de Borrero.
Aunque ya se vislumbraban buenos elementos, el último puesto seguía reservado para ella. Una vez mas no desmayó, al llegar el Profe Pastoriza se veían ya los destellos de un renacer vinotinto. Se empezó a medir con rivales de gran de rendimiento, sumando más derrotas a una cuenta adversa, pero para la vinotinto eran grandes aprendizajes.
Con el Profe Richard Paéz llegó el toque criollo, la vinotinto lucía cada vez más auténtica y con identidad propia creciente. Dejó de copiar estilos foráneos y comenzó a proponer y desarrollar el propio, que cada vez se parecía más a su gran familia: Venezuela.
Las cartas estaban echadas para comenzar a cosechar triunfos importantes. A la vinotinto solo le faltaba un toque final, creer en sí misma. Y es así, como a pasos cada vez más agigantados, la mal llamada cenicienta despertó y comenzó a romper mitos. Se rompió el de los 3600 metros, se rompió el del triunfo en una plaza extranjera y finalmente se abandonó la mal reservada última casilla.
Posteriormente, con Farías, llegó el factor sorpresa de la vinotinto, la cual era cada momento más difícil de leer. La vinotinto mostraba buen fútbol, un espíritu increíble y un manejo impredecible. Incontables las alegrías que la vinotinto brindaba en cada paso.
Este es el modo en que la vinotinto, le dió sentido a una causa que parecía perdida. Aunque muchos digan que vivimos en un país beisbolero, esta selección es la única que logra unir en un mismo latido, los corazones de más de 30 millones de venezolanos cada vez que salta a la cancha.
Esta es nuestra selección y sus logros cada vez mayores, es la que tenemos y de la cual estamos orgullosos a pesar de sus reveses. Por ser ejemplo de que el trabajo duro rinde sus frutos, merece el respaldo absoluto del jugador número 12. El sueño mundialista cada vez está más cerca, la vinotinto avanza sin pausa y cada vez con más prisa. Como susurra la canción de Los Mentas: “Cenicientas no seremos nunca más”